INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LAS ENFERMEDADES AUTOINMUNES

PRESENTACIÓN

Permítanme una pequeña introducción al interesante trabajo de nuestro compañero, el doctor Enrique de Ramón, socio fundador y actualmente Presidente Saliente de nuestra Asociación. Trabajo que representa un preludio al Curso de Actualización en Patología Autoinmune, dedicado especialmente a Residentes, que él mismo dirigirá (como hace todos los años) los días 15 y 16 de diciembre de 2023, y estará dedicado íntegramente a "ACTIVIDAD CLÍNICA E INTELIGENCIA ARTIFICIAL".

El interés por todo lo referente a la Inteligencia artificial (IA) rebasa incluso los límites del ámbito de la ciencia para ocupar un lugar destacado en publicaciones dedicadas a lo que se ha dado en llamar “el gran público” y, como todo lo nuevo, no deja de plantear discusiones, a veces arduas, sobre sus bondades y posibles maldades. De hecho, muchos foros han emprendido la tarea de alertarnos acerca de los peligros que comporta la sustitución de la inteligencia humana por su sucedáneo artificial.

La historia no es nueva. Sócrates, en palabras de Platón en el diálogo Fedro, hacia 370 a. C., se alarma porque el empleo de la escritura sería altamente perjudicial para la inteligencia (esta vez natural) de los jóvenes, porque debilita el empleo de la memoria y del propio raciocinio.

Andando el tiempo encontramos opiniones coincidentes con las de Platón, como las del humanista e impresor veneciano Hieronimo Squarciafico, en su Memoria y libros, de 1477, (“La abundancia de libros hace a los hombres menos estudiosos, destruye la memoria y debilita el pensamiento porque le releva del trabajo excesivo” ) o las de Jean Jacques Rousseau, en Emilio o Sobre la Educación, de 1762. (“Yo odio los libros, porque enseñan a hablar de lo que no se sabe” o “Ningún otro libro que el mundo, ninguna otra instrucción que los hechos. El muchacho que lee no piensa, no hace más que leer: y no se instruye porque no aprende más que palabras”.)

Parecidos resquemores, por todo lo que representa innovación, surgieron ya en nuestra época hacia el empleo de ordenadores, calculadoras y acceso a internet. Recuerdo que, recién publicado, en 1998, El Péndulo de Foucault, de Umberto Eco, circuló la “alarmante” noticia de que el escritor había utilizado para elaborarlo, en aquellos tiempos de la balbuciente informática, ¡un ordenador! (Pero, bueno... ¿Quién ha escrito el libro? ¡Eco o la máquina!). A la pregunta, que hoy nos parece pueril, contestaba lacónicamente don Humberto: “El ordenador no es una máquina inteligente que ayuda a gente estúpida, de hecho, es una estúpida máquina que funciona sólo en manos de gente inteligente.”

Respuesta muy parecida a la del doctor de Ramón, en su artículo, en el que nos ilustra acerca de lo que es y lo que no es IA: “La IA promete una transformación significativa del cuidado de la salud en todas las áreas médicas, lo que podría representar un momento trascendental para la medicina, por lo que el futuro de las especialidades médicas dependerá en gran medida de la interacción humana y la creatividad, obligando a los médicos a evolucionar y emplear la IA como una herramienta en la atención del enfermo”.

Al fin y al cabo, como él nos aclara, inteligencia (intelijencia, que diría Juan Ramón Jiménez), natural o artificial, no es más que una herramienta, una más, de acceso al conocimiento que ha llegado para quedarse. Con su parte beneficiosa y sus peligros latentes (como un martillo o un tractor). Lo importante será potenciar la primera de esas dos facetas neutralizando sus riesgos potenciales.
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

(Juan Ramón Jiménez; Eternidades)

Julio Sánchez Román
Secretario de AADEA

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