INVESTIGACIÓN DE MEDICAMENTOS

PRESENTACIÓN

...Y aún dicen que el pescado es caro."

Como dijo aquél: “Yo tengo la solución para arreglar la crisis económica: ¡que la Fábrica de Moneda y Timbre...fabrique más monedas y deje de fabricar timbres!”. Pintoresco ¿verdad? Pero no lo son menos algunas opiniones acerca de abaratar el precio de los medicamentos (que seamos autosuficientes y prescindamos de la producción de otros países, que sea el estado quien se encargue de fabricarlos, etc, etc...) Las soluciones sencillas no siempre son buenas soluciones (la verdad es que casi nunca) Ya dijo alguien que “Para cada problema complejo, siempre existe una solución simple, elegante...y totalmente equivocada”.

¿Por qué hoy en día se han encarecido tanto los medicamentos? Porque las cosas no son como antes. Cuando se descubrió la penicilina, se ensayó un grupo reducido de pacientes y se comprobó su eficacia, se generó su utilización y no se hicieron más investigaciones.

Pero hoy no es así. Actualmente, el proceso de fabricación de un medicamento, desde las primeras investigaciones en tubo de ensayo hasta la aparición (en palabras de Manuel Pérez Fernández) “de la primera cápsula” debidamente empaquetada en el mostrador de la farmacia, debe seguir una larga, penosa, arriesgada y carísima navegación (abocada al fracaso la mayoría de las veces) digna de las dificultades de Ulises en su vuelta a Ítaca.

Hoy se exige que todo nuevo medicamento sea eficaz (que sirva), efectivo (que su eficacia sea lo suficientemente importante) y eficiente (que exista una buena relación entre coste y beneficio; ya saben: “eficiente: lo que le gusta al Gerente”). En lenguaje llano, bueno, bonito y barato, como las ofertas del Cortinglés. Eso lleva a la realización de los llamados “ensayos clínicos” con diseños extremadamente rigurosos en todas sus fases.

Pero no es suficiente: por encima de todo, prima la seguridad de todo aquel que participe en el proceso previo de los ensayos y, naturalmente, la del paciente, su objetivo final. El Código de Nürenberg, que surgió de los Juicios (1945-46) contra la jerarquía nazi y algunos médicos por el tratamiento inhumano a prisioneros de campos de concentración, abordó por primera vez la obligatoriedad del Consentimiento informado al paciente y la ausencia de coerción. Sus conclusiones fueron desarrolladas posteriormente en la Declaración de Helsinki (aprobada en 1954 y revisada posteriormente) por iniciativa de la Asociación Medica Mundial y, todo ello culminó en el Informe Belmont (USA, 1979) que, a raíz de los intolerables experimentos en sífilis en Alabama y Guatemala, abordó la obligatoriedad de cumplimiento de los Principios Bioéticos: de beneficencia (entendido como “hacer el bien”), de no-maleficencia, de autonomía y de justicia.

Todo ello, magistralmente expuesto a continuación por nuestro ya habitual invitado de hoy en “Tribuna...”, lleva a un considerable sobrecoste y consecuentemente unas elevadísimas inversiones (para que digan luego “...que todo el pescado es caro”, como lamenta el genial y dramático cuadro de Sorolla). La reducción de precios no es cosa fácil. Probablemente venga de la mano de los avances en tecnología, en el conocimiento de la genética, en la aplicación de los avances en inteligencia artificial...pero, desde luego, no del aumento de fabricación de moneda a expensas de dejar de fabricar timbres.

Julio Sánchez Román
Secretario de AADEA

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