PRESENTACIÓN
Mirando un cuadro...con ojos de médico.
Nuevamente, el doctor Javier Ortiz González, médico y licenciado en Historia, nos ofrece un interesante artículo sobre las relaciones entre Medicina y Arte. Esta vez enlaza las claves ocultas (el tarantismo) subyacentes en el cuadro “Las Hilanderas,” de Velázquez, estudiando su significado con lo que podríamos llamar “método clínico”. En efecto, el doctor Ortiz mirando este cuadro se ocupa de valorar los antecedentes (personales e incluso familiares de sus protagonistas), en la definición cuidadosa de las causas y mecanismos de la enfermedad, en su rica sintomatología, en el proceso diagnóstico (de estado y diferencial) y en la valoración crítica del tratamiento. Todo ello buceando en la abundante casuística (literaria y pictórica) existente. Decía Marañón que “al que ha sido médico, o preso, se le nota siempre”. Efectivamente, al doctor Ortiz se le nota el oficio, en todos los terrenos (muchísimos) en los que se desenvuelve, todo ello enriquecido con sus amplios y profundos conocimientos en... yo diría... “en todo”.
Disfruten, de su mano de este entretenido relato. Y tengan cuidado con las tarántulas, esos pequeños monstruos, porque, como nos dice Gabriel (el personaje de la zarzuela “La Tempranica”, de Gerónimo Giménez y Julián Romea)...
“La tarántula é un bicho mu malo. / No se mata con piedra ni palo / Que huye y se mete por to lo rincone / Y son mu malina sus picazone...”
Julio Sánchez Román
ARTÍCULO
LA MUSICA COMO TERAPEUTICA (Las Hilanderas).
(Javier Ortiz González)
Fig. 1
La araña era el atributo de la diosa Atenea, como tejedora del mundo, y también de Perséfone, de Harmonía, y de Las Moiras (como hilanderas del destino de las cosas y los hombres): todas ellas estaban asociadas a la araña.
Sobre este tema es conocido el mito de Aracne (ARAKHNE), joven campesina de Lidia hija de padres con talleres de tela y famosa tejedora que, a fuerza de trabajo, consigue hacer auténticas maravillas. Tanto es así, que fue incitada por sus conocidos a presumir de que bordaba mejor que la diosa Atenea, patrona de los artesanos, y a retarla en la confección de un tapiz. Aracne, que alardeaba de sus habilidades, no dudo en retar a la diosa a un concurso por ver quién lo hacía mejor, no reconociendo la habilidad de esta y aceptando cualquier clase de castigo en caso de ser derrotada. La diosa se le apareció en forma de vieja hablándole así “No se debe despreciar la vejez. Los años dan experiencia y debes escuchar los consejos que te voy a dar. Conténtate con la reputación con que por tu habilidad has sobrepasado a todas las mujeres del mundo; pero no trates jamás de igualarte a una Diosa. Debes satisfacer con alguna explicación las palabras que acabas de proferir; ella está presta a perdonarte si demuestras arrepentimiento”. Aracne, orgullosamente, le contestó “Privada de inteligencia vienes y agotada por larga vejez; mucho daña, en efecto, vivir demasiado. Que oiga esas palabras tu nuera, si la tienes, o, si no la tienes, tu hija. Suficiente consejo tengo yo en mí misma, y no creas que has logrado nada con tus advertencias: mi actitud sigue siendo la misma. ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué rehúsa esta competición? Entonces dijo la diosa: Ya ha venido, y apartó la figura de vieja y se mostró como diosa Palas (Ovidio: “La metamorfosis”). Atenea elaboró su tapiz sobre la ciudad de Atenas, y Aracne otro sobre los amores de los dioses del Olimpo, en particular sobre las infidelidades de Zeus, incluida la representación del rapto del joven efebo Ganimedes, lo que encolerizo enormemente a Atenea, quien la golpeó y le rompió su tapiz en pedazos. La ira de Atenea hizo ahorcarse a Aracne. Sin embargo, fue salvada por aquella, que la devolvió a la vida pero convertida en araña, siendo condenada a vivir colgada hilando y tejiendo eternamente.
En, “Las Hilanderas” (Figura 1), Velázquez reproduce esta historia. Se compone este cuadro de dos escenas: la de las hilanderas, con las dos figuras principales, que se afanan en primer plano en su trabajo, y un segundo espacio, más pequeño, al que se asciende por unas gradas, donde unas damas contemplan, al fondo, un tapiz.
El tapiz, con una amplia cenefa, permite distinguir en una primera impresión dos personajes principales: la de la izquierda, cubierto por casco y con el brazo en alto, es Palas Atenea; el otro, a la derecha, Aracne. Se las representa discutiendo sobre cuál de las obras realizadas puede ser la mejor y, finalmente, aparece otro tapiz en donde Aracne representa el rapto de Europa por Júpiter (padre de Palas): objeto del castigo divino por haberse atrevido a representar uno de los escarceos amatorios del Padre de los Dioses. Dos detalles: la escena del tapiz se ve reflejada en las dos figuras que están tejiendo en primer plano; una vieja (pero cuidado; si se fija, su pierna tiene las características de una joven): Atenea disfrazada. Frente a ella, Aracne. Otro: en el proscenio del segundo espacio observamos un contrabajo ¿Qué hace allí?
La representante más corriente de las arañas es la tarántula (de tres centímetros de largo, negra por encima, rojiza por debajo, de tórax velloso, abdomen redondo y patas fuertes)que habita en todo el sur de Europa y, particularmente, en la región de La Apulia (o Pulla, como dicen los autores de la época), cerca de Nápoles de dónde le viene su nombre: en concreto de la ciudad de Taranto o Tarento (situada en el “tacón de la bota”, en la provincia de Salento) con unas características ,climáticas y de vegetación similares a las de la zona de Andalucía,la Mancha y Extremadura. Tanto es así que uno de nuestros médicos, el doctor Francisco Xavier Cid, en 1782, al instalarse en Toledo, la llamo la Pulla (Apulia) hispánica. El carácter mortal del veneno de la araña y la terapia musical se recogen en un estudio de 1570 del médico segoviano Andrés Laguna: sus comentarios a la “Materia Médica” la obra de Pedanio Dioscórides (médico y farmacólogo del siglo I d.C.) traducida por él. En realidad, la picadura de la “viuda negra” raras veces es mortal, aunque produce un gran dolor y espasmos musculares más o menos generalizados. Laguna nos cuenta que los síntomas varían según el día y la hora en que muerde y según la disposición del mordido:”saltan, ríen, lloran, sudan, tiemblan y otros hacen cosas extrañas” (aunque no define cuales son las “disposiciones” de la víctima). Así mismo, todos tienen un remedio común: “la música que mientras dura hace que cada uno torne a sí mismo y parece no tener mal alguno y en cesando los instrumentos, vuelve a su primer locura”. En el siglo XVIII, se registran sucesos similares: “jóvenes robustísimos y de los mejores alientos se ven caer como muertos dos o tres credos después de ser mordidos por la araña, prorrumpiendo en quejidos lamentables” (Correo de Madrid 1787). En “Tarantismo”, escrito por el ya citado Xavier Cid, en 1787, se recopila todo el saber sobre las picaduras de araña y su remedio. Aunque contiene algunas disquisiciones interesantes sobre lo que es el “Tarantismo”, bien sea provocado por la picadura de un escorpión o de la tarántula, realmente, todos coinciden en la bondad de la música como remedio terapéutico para neutralizar sus efectos. Parece ser que cualquier tipo de instrumento es válido, aunque los autores del tiempo recomiendan el violín antes que la vihuela, si bien no ocurre lo mismo con la sonata, que debe ser de un cierto tono y sobre todo muy análoga al humor del veneno inoculado por la araña, pues en caso contrario los efectos son perniciosos. En general todos gustaban de un tono de música veloz que se conocía y conoce como “Tarantela” (recuerden al gordo y sudoroso Pete Clemenza, uno de los “Caporegime” de la “famiglia”, que danzaba alegremente una tarantela en la película “El Padrino”). Incluso llegaron a destacarse algunos músicos como especialistas en la curación de las picaduras. Uno de los más famosos, Joseph Recuero, “el ciego de Almagro”, nos dice Cid,“es conducido con frecuencia a los pueblos de sus inmediaciones por su sobresaliente habilidad. Aunque está instruido en todas las tarantelas que se tocan en el país,la particular que él usa, es sin comparación,mucho más eficaz que las demás, pues con ellas cura al enfermo pronta y seguramente”. Esta música es un movimiento vivo y acelerado entre fandango, folias (cualquier música ligera de gusto popular) y canario (baile antiguo canario muy vivo) o una mezcla de todas estas sonatas. Se llegó a distinguir incluso tres clases diferentes, siendo la viveza con que se tañe el instrumento el factor diferenciador. En las tres clases estaba bien versado el tal Recuero. La primera referencia científica española acerca de este asunto la tenemos es el relato de un médico de la corte de Madrid, en 1785, que comienza a tratar un enfermo de catorce años, llamado Ambrosio Silván,con el diagnostico de “baile de San Vito”.Tras practicarle las artes al uso: sangría, emulsión alcanforada,enemas atemperantes, electuario peruviano (medicamento de consistencia liquida, pastosa o sólida, compuesto de varios ingredientes, casi siempre vegetales y cierta cantidad de miel, jarabe y azúcar y con corteza de Perú; de ahí el nombre de peruviano), antiepiléptico de Fuller etc. no se logró la ansiada mejoría. El buen doctor profundizo en la anamnesis y descubrió que, estando el paciente en Molino, sintió una fuerte picadura en el cuello y, al punto, un gran desvanecimiento de la cabeza. Bartolomé Piñera y Siles, que así se llamaba nuestro galeno acudió a la música con las siguientes premisas: si las convulsiones no se debían al “Tarantismo”, él enfermo no bailaría y, en todo caso, el remedio inocente de la armonía calmaría el baile de San Vito que le afligía. Las autoridades del Real Hospital General se negaron a acceder al tratamiento por temor a la sátira, mofa e irrisión de la corte pero por fin acabaron aceptando y “habiendo oído un son de tarantela tocado por una vihuela el Ambrosio comenzó su baile”. Todos en Madrid quisieron ver el fenómeno, asistiendo varias personalidades, la prensa y eclesiásticos (entre ellos, el presbítero Antonio Vila y Cans).Varios días después el Ambrosio se levantó y aun cuando quiso bailar a petición de los enfermeros, vio que era incapaz de ello porque nunca había sabido hacerlo. Poco después salió curado del hospital. Similares historias se relatan por la misma época, como la del boticario de Puerto Llano, Don Antonio Agapito López, con un pequeño matiz, y es que el tarantulado sintió “fuertes estímulos a las venus’. Don Sebastián Serrano, cirujano, comunica que, en julio de 1756, mordió la tarántula a Josepha Martín, presentando los mismos síntomas y no calmándose hasta que Antonio Muñiz, un buen músico de tarantelas, tocó dicho son. La empatía entre el insecto y el picado queda claramente demostrada según nos comenta la Gaceta de Madrid en 1799:”Presenciaron esta curación varias personas literatas, eclesiásticas y seglares. El médico que atendía al tarantulado queriendo salir de dudas sobre si la tarántula, al sonido de la música se mueve de modo que representa bailar, también, mandó que trajesen algunas. Y procediendo al examen en presencia de muchos sujetos, observo que una araña que estaba viva, estando encogida y tenida por muerta, a poco rato empezó a desplegar sus piernas y falanges y a menearlas con movimiento rápido, subiendo y bajando su cuerpo y ladeándose a una y otra parte, hasta que, cesando la música, quedó quieta del todo como antes y replegadas las piernas a imitación del enfermo, que hizo lo mismo. Todo lo cual produjo un espectáculo rarísimo y agradable, como fue ver bailar a un tiempo al doliente y al insecto, y cesar ambos a un mismo punto”. Este remedio como antídoto es recogido en el legajo 11875 de la Sección de Consejos Suprimidos, dónde se analiza un expediente relativo a la picadura de tarántula en la Villa de Daimiel y en las de Manzanares y el Moral. Esto acaeció alrededor de 1807, año en que la Junta Gubernativa de Medicina declara: ”habiendo examinado las diligencias y testimonios del expediente reconoce que la música, cuya nota consta en los folios 87 y 88 es un poderoso antídoto contra la mordedura del referido insecto; si bien no siendo prontamente asistido por ella el paciente, necesita de los demás auxilios que juiciosamente han propinado los facultativos que declaran, para ponerlo en movimiento. Así aceptado esto corresponde estimular a los pueblos productores de dicho insecto, que se ejerciten en la práctica de la dicha música”.
En cualquier caso, las virtudes curativas de la música las encontramos ya en la Biblia, cuando al Rey Saúl le turbaba el mal espíritu mandado por el Señor y que solo se calmaba con música que para él interpretaba un músico llamado David.
Y volviendo a “Las Hilanderas”, recuerden que en el cuadro aparece el gran instrumento musical, convertido en elemento de primer orden dentro de la trama espiritual de la escena. Sería algo así como el atributo de los maléficos destinos de la joven en las miserias de su segunda vida, y el símbolo de la redención, por la música de la transmutación del veneno de su ira en un baile bello y purificador. Pero no es esta la única representación pictórica de la araña y la música juntas. El grabado (Figura 2), procede de la obra (de título interminable) “Phonurgia nova sive conjugium mechanico-physicum artis et naturae paranympha phonosophia concinnatum...” etc. del jesuita alemán Athanasius Kircher (1602-1680), políglota, filósofo, médico, músico, inventor, erudito, estudioso orientalista, de espíritu enciclopédico...; uno de los científicos más importantes de la época barroca, que parece ser el primero que describió los beneficios del baile tras la picadura de araña. En él, los músicos tocan un instrumento mientras los “tarantulados” bailan afanosamente y aparecen las arañas en el árbol y en la tierra. En esta otra imagen (Figura 3), detalle de un fresco de 1484, de autor desconocido (aunque atribuido a Antonio Pissanello) procedente del palacio Scalfari en Palermo, conocido como “El triunfo de la muerte”. donde el caballo con la dama y su guadaña, avanza para cumplir su trabajo... ¿veis el arácnido sobre el hombro del guitarrista? Y, por curiosidad ¿os recuerda la composición y algunas figuras del cuadro, el famoso “Guernica”? Pues realmente hay buenas razones para suponer que Picasso se inspiro en el fresco de Palermo para la ejecución de su polémico cuadro.
Fig. 2
Fig. 3